sábado, 28 de noviembre de 2009

PORFIRIO RUBIROSA UN GIGOLO. ESTA HISTORIA NO LA CONOCIA.



Galante, encantador, mitad playboy, mitad gigoló, quienes lo conocieron afirman que no hay ni habrá nadie que se le pueda comparar. Casado con algunas de las mujeres más ricas del planeta –Bárbara Hutton y Doris Duke–, la leyenda de este latin lover convertido en embajador tras casarse con Flor de Oro Trujillo, hija del dictador dominicano, no ha hecho más que aumentar con el paso de los años.

“La mayoría de los hombres ambicionan ahorrar dinero –dijo una vez Rubirosa–; la mía es gastarlo”. Y lo despilfarró a conciencia con todas sus amantes: Ava Gardner, Jayne Mansfield, Verónica Lake, Rita Hayworth, la emperatriz Soraya... La plata se la proporcionaban sus mujeres oficiales.

Nació en la República Dominicana en 1909, en el seno de una familia de clase media, y pasó su niñez y adolescencia en París, donde su padre trabajaba como consejero en la embajada. Al regresar a su país, con 17 años, nació el mito. Se enroló en el ejército presidencial, pero su matrimonio con Flor de Oro Trujillo, mejoró su posición: se instaló como diplomático en Berlín.

Rubi se casó cuatro veces más. Su matrimonio con Danielle Darrieux –la actriz mejor pagada del cine francés– duró poco, ya que le esperaba con las puertas abiertas una fortuna superior, la de Doris Duke, heredera de un imperio tabacalero y conocida como la niña más rica del mundo. Se casaron en 1947. Ella le hizo regalos que incluían un bombardero B-25 adaptado, que él mismo pilotaba, una mansión en Francia y medio millón de dólares.

Dos años después, y con algún que otro romance en medio, conoció a Bárbara Hutton, heredera del imperio Woolworth, la cadena de tiendas de todo a 100 de la época. Su matrimonio sólo duró 73 días, tiempo suficiente para hacerse con varios millones de dólares, fincas en Santo Domingo, cinco caballos pura sangre, además de 40 trajes y 20 pares de zapatos, que le valieron el título del hombre mejor vestido de América.

La última de sus esposas, su viuda oficial, fue Odile Rodin, la única sin dinero y, para muchos, el único amor de su vida. Pero, matrimonios aparte, las aventuras del embajador hicieron correr ríos de tinta. Ninguna mujer se le resistía y con cada nueva conquista aumentaba la leyenda, canción incluida: “Rubirosa tiene una cosa/ que no sé qué será/ qué será/ qué será/ lo que tiene Rubirosa”.

Cuando le preguntaron por su fama, contestó "Entre otros señores y yo hay una gran diferencia: ellos pagan a las mujeres, las mujeres me pagan a mí”. El 6 de julio de 1965 el Ferrari que conducía, el último de su colección, se estrelló contra un árbol en el Bosque de Bolonia, en París. Su leyenda sigue viva.

0 comentarios: